lunes, 19 de julio de 2010

CUCO QUIERE PERO ELLA NO PUEDE…

El name le cae como anillo al dedo. Mientras él se refugia en la “baiza” de un gallo mal forjado, yo lo hago en él.
Sólo tiene veintiún years old, pero las marcas de su piel refieren que son más. Cada línea de expresión denuncia ilegalidad. Su prioridad era cumplir con el reto de su primer empleo: cruzar como un pobre burro, el desierto sonorense con el lomo cargado de droga, birlar a los gringos, trepar la malla fronteriza y entregar la mercancía. Ahí brotaron algunas.
Otras llegaron después, con la preocupación de mantener el mejor índice de ventas en un segundo business: un tiradero de cristal en la colonia.
A veces la vida no trata bien… Terminó como repartidor de sushi. Y yo, declarada una amante de éste arte culinario, ya sabrán en que paró.
Antes que su motorcycle, se atravesó su mirada. Tan destructiva como una ráfaga de AK-47. Antes de ser acribillada, solté un: “¿Te molesta si te pido el número de celular?”.
Obvio, contestó: No.
Jamás su indiferente belleza había sido exaltada por alguna chica de la clase media o media alta, ya ni sé a cuál pertenezco¬, es lo de menos.
Una, dos, tres salidas… Son suficientes. Un buen boy, bañado de maldad, abrazado por los retazos del amor, fumado por la marihuana y aconsejado por su madrecita, la única a la que debía respeto, La Santa Muerte.
Juraba y perjuraba, que había sido por la gracia del santo mortífero que se había hecho del “cantón”. Puro paro. Invadió terreno y después de unos años, fue suya. Tres cuartos y un baño, no más. En casa podía faltarle el pan, pero jamás la mota ni la santa.
Ella siempre está ahí, frente a la cama, me ha visto semidesnuda un par de ocasiones. Porque cabe aclarar, que Cuco es ocasional. Me excita saber que debajo del colchón, no muy cómodo por cierto, guarda una calibre .45, lista para ser descargada en la sien de cualquier malandro que intente algo en su contra, o en la mía, you know.
El jale tenía que terminar. Y pasó muy a tiempo, porque tantito más y la .45 hubiera sido detonada in my face y ahí sí, que i am done forever.
Nunca me llamó por mi nombre, porque nunca se lo dí. Le dí las nalgas, pero hasta ahí. Yo para él fui “mimorra” y él para mí Refugio, pero de cariño le quedó Cuco.
“Ahí viene la buena” soltó a un adicto del barrio que lo acompañaba, cuando me vio llegar.
Me tenía respeto y yo no dejaba de sentirme una diva, aunque devaluada. Era un repartidor de sushi, ex repartidor de cristal y ahora, como buen filántropo, repartidor de refugios…
Ante la presencia de un pinche fenómeno perturbador en mi vida, tuve que buscar un refugio temporal y lo encontré en él, no era el mejor, pero me hacía sentir bien…
Nunca toleré los humos de “moys”, aunque su esencia me agradara. Tampoco me hice fan de su “pitochico”, que a su decir, necesitaba auxiliarse de otros métodos para que su miembro aumentara unos cuantos centímetros. Su proposición era succionarle el pene. Jamás lo hice. Por el contrario, me encantaba amamantarlo. Ya en éxtasis, lo demás, era lo de menos…
Entonces, eran algunos inconvenientes los que yo encontraba en Cuco y, era justo y necesario, que saliera de él. Mi móvil cantó y yo le hice segunda, contesté.
-Mimorra, ya casi salgo del work. ¿Dónde puedo “guacharte”?
-Voy a casa, estoy saliendo del cine. Pero tengo hambruna, se me antoja sushi. Pero igual si ya te vas, no te preocupes, algo encontraré- Le respondí mostrando indiferencia.
-¿Eso significa que no puedo verte?
-No mamars, friend. Estoy medio cansada y es tarde, lo dejamos para mañana Cuco; ¿va?
La llamada se cortó, mejor dicho, me colgó el cabrón. Pero todo bien, total tenía una cita con un “abogadillo” recién salido del horno, apenas había terminado sus estudios de la licenciatura en Derecho y ya fungía como “manguera” de un Ministerio Público.
Total, que sin ser policía, Cuco me agarró en con las manos en la masa. Entonces, pensé que pudo haberme sometido con las esposas sin llave que me regaló; y fantaseé. No me quedaba de otra…
Temí que Cuco, le pidiera un favor a su “madrecita santa”. Nunca le caí bien, porque le robé la atención de Cuco por unos días; no aguanta nada. ¿Qué tanto es tantito?
Total, yo dejé a Cuco, y él, como siempre, terminaba refugiándose con “la mari”. Sí, esa, la misma de ayer, la incondicional…la que no espera.
Cuco sigue ahí, echando humo eternamente, porque piensa que las drogas, dan más lecciones de fidelidad que las mujeres. Siempre están ahí, a la orden del día, te hacen feliz, te permiten reflexionar; descansar. Quizá tenga razón.
Cuco quiere, pero ella no puede. Entonces, bye.